Yo dormía plácidamente en el lugar oscuro y húmedo en el que llevaba viviendo 9 meses pero el día 3 de marzo de 1990 noté como un temblor que me empujaba de mi habitáculo. Una fuerza sobrehumana me impulsaba por un camino oscuro y estrecho hasta que comencé a ver algo de luz, y tras sentirme algo atrapada entre dos mundos me vi rodeada de gente que me miraba hasta que uno de ellos me golpeó, claro mi reacción instantánea fue echarme a llorar desconsoladamente, pero unos brazos me rodearon y volví a escuchar el latido que tanto me reconfortó durante ese tiempo, en ese momento vi por primera vez la cara de mi madre. Y ese fue el primer instante de mi vida.
Tras 2 años dedicados a ir acumulando conocimientos como gatear, andar y pronunciar mis primeras palabras llegó el momento de ir al colegio para que me instruyesen para la vida. Mis padres, al igual que años antes hicieran con mi hermano, escogieron para mi educación el colegio San Ignacio de Loyola, o Jesuitas como se conoce comúnmente, y esas fueron las cuatro paredes que me vieron crecer tanto física como académicamente durante 15 años. A la vez que mi sabiduría iba creciendo me cultivaba también en el ámbito físico, compitiendo en balonmano hasta los 17 años. También adquirí conocimientos de música tocando el piano en el conservatorio Joaquín Maya durante 11 años. Además me fui convirtiendo en una persona plurilingüe estudiando la lengua inglesa así como la de nuestros vecinos franceses.
Para cuando quise darme cuenta llegó el momento de abandonar el nido y pasar a la universidad, lo que me obligó a pensar en mi futuro. Sin tener nada claro cuál era el trabajo de mi vida, me presenté a selectividad con la idea de que quería pasar mi vida ante una cámara y por eso mi decisión fue escoger la carrera de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Navarra. Conforme iba avanzando el curso, sentía que aunque los conocimientos me gustaban me daba cuenta de que mi vocación frustrada era estar delante de gente pero no comunicando sino enseñando, así que tras muchas dudas decidí irme por mi verdadero camino y cambiar mis estudios por los de Magisterio de Educación Infantil y Pedagogía, ya que eran los niños a los que quiero dedicar mi vida.
Pamplona es mi hogar, pero parte de mi vida, sobre todo los periodos vacacionales, los he pasado en Castro Urdiales, al que siento como mi segunda casa. Esta localidad costera está ubicada en Cantabria y en los últimos años ha experimentado una gran ampliación, debido a que se ha convertido en la válvula de escape de muchos vizcaínos. Además de los veranos, también me escapo allí algunos fines de semana cuándo necesito cambiar la rutina de la ciudad ya que el mar me relaja.
Y así hemos llegado hasta el día de hoy, la verdad es que en mi vida no hay grandes acontecimientos pero así la he escogido y así es como me gusta vivirla.